EL SONIDO DE LOS TAMBORES ESTIMULA EL SISTEMA INMUNE

EL SONIDO DE LOS TAMBORES ESTIMULA EL SISTEMA INMUNE
(http://www.dsalud.com/numero26_3.htm)
No son sólo instrumentos para viajar al "más allá" o elementos rituales del folclore religioso: una reciente investigación científica ha confirmado que tocar los tambores en grupo incrementa la capacidad defensiva del organismo. Hoy sabemos que, con sus tambores rituales, las comunidades tribales no sólo abrieron un puente a otras realidades sino también una estrategia de sanación sencilla y accesible de la que todos podemos beneficiarnos.

Muchos antropólogos se habrán sentido satisfechos. Los pueblos llamados primitivos han demostrado nuevamente poseer un grado de intuición difícilmente concebible desde una perspectiva etnocentrista. En esta ocasión la noticia llega del mundo de la medicina y hace referencia a los rituales de muchas de estas culturas, en cuyas ceremonias colectivas de sanación han estado casi universalmente presentes los círculos de tambores.
En los últimos años estas prácticas han experimentado un resurgir en el campo de las terapias alternativas y las medicinas tradicionales. Pues bien, ahora ha venido a sumarse a ellas una perspectiva más científica emanada de una investigación desarrollada por el Instituto del Bienestar Mente-Cuerpo, adscrito al Centro Médico californiano de Meadville (EE.UU.), cuyas conclusiones serán publicadas a principios de este año por la revista Terapias alternativas. El equipo médico de ese organismo ha descubierto que un tipo particular de tamboreo de grupo, conocido como tamboreo compuesto, está relacionado con un incremento en la actividad de las células defensivas capacitadas para combatir el cáncer y las enfermedades virales así como con una alteración, beneficiosa para el organismo, de las hormonas relacionadas con el estrés.
El neurólogo Barry Bittman, director de la investigación, ha hecho público que este estilo determinado de tamboreo grupal aparece correlacionado con un fortalecimiento del sistema de inmunidad natural del organismo. Dicho descubrimiento -publicado bajo el título Efectos de la terapia de la música de tamboreo de grupo en la modulación de los parámetros de inmunidad neuroendocrina en individuos normales- sostiene que esta terapia musical propicia la actividad defensora de la linfocina y promueve cambios químicos beneficiosos. El tamboreo compuesto, según sus conclusiones, resulta ser un "impulsor del estrés" útil para el organismo, análogo a la risa.
Sin embargo, el propio Bittman ha advertido que el descubrimiento no debe ser magnificado por el momento: "Si alguien me preguntara si el tratamiento es valioso para los enfermos de cáncer yo respondería que hay una promesa pero que necesitamos mayor investigación. Necesitamos conocer cuánto duran los beneficios y la frecuencia de sesiones que se requieren para mantenerlos así como la aplicabilidad de la terapia fuera del ambiente clínico".
CÉLULAS ASESINAS
En la moderna investigación contra el cáncer, una de las metas fundamentales es la de identificar terapias que logren estimular la respuesta inmune del enfermo. Y eso es justo lo que parece lograr el tamboreo compuesto: un significativo aumento de la actividad de las células NK (células blancas asesinas que atacan a los tumores y a las células infectadas) y LAK (linfocitos o células defensivas) entre los sujetos del experimento, comparado con niveles fijos o incluso en declive de los sujetos de control no sometidos a la terapia. El hecho representa el reverso de la llamada "respuesta clásica al estrés", en la que las actividades estresantes deprimen la resistencia inmunológica.
Pero además de aumentar la fortaleza de las células NK y LAK, que resultaban estimuladas por la interleukina-2 y el interferon-gamma (sustancias de naturaleza proteica conocidas como citoquinas, secretadas por las células y que actúan como modificadores de la respuesta biológica y están implicadas en la inmunidad), el estudio también corroboró otro hecho significativo: las personas sometidas a la terapia mejoraban sus estados de estrés por el cambio en las relaciones entre las hormonas DHEA y cortisol en el plasma sanguíneo, aumentando la proporción de la primera sobre el segundo, condición que beneficia asimismo al sistema inmunológico. El estudio concluye que el tamboreo posee el potencial de modular determinados parámetros neuroendocrinos y neuroinmunológicos. No sólo los detalles científicos son importantes. La accesibilidad de la terapia también puede jugar un papel destacado en su difusión. Y es que "lo mejor del sonido de los tambores -afirma Bittman- es que puedes exponerte a él en cualquier lugar unos minutos al día. El tamboreo compuesto permite que las personas, tanto enfermas como sanas, obtengan una enorme variedad de beneficios físicos y psicológicos. Creo que estos sonidos deberían formar parte de nuestro cuidado integral."
Cuidado integral que, por cierto, debió ser conocido de forma empírica por las variadas culturas tribales del planeta en las que el tambor aparece como uno de los más antiguos instrumentos utilizados para la sanación, los rituales de paso o iniciación, la comunicación inter-tribal y el contacto con la tierra y el mundo de los espíritus. Los expertos en chamanismo, tras estudiar estas prácticas, han concluido que el tamboreo es una "tecnología sagrada" que nos conecta con profundos ritmos vitales proporcionando a los practicantes una perspectiva de unidad cósmica con indudables beneficios en el plano físico y en el psiquismo humanos.
¿Y por qué el tamboreo resulta ser una experiencia tan poderosa? Las razones científicas no se conocen todavía si bien los sacerdotes y chamanes, desde su propia perspectiva mística, afirman que todo lo que existe posee una vibración; y eso incluye a las estrellas y a los seres humanos. Este ritmo primario, "el latido del universo", es despertado en el microcosmos del individuo por el sonido del tambor y experimentado como una energía interna que permite la experiencia terapéutica. En este sentido han ido encaminados los trabajos realizados por la organización norteamericana Rhythm for life con enfermos de Alzheimer y Parkinson, que han superado sus expectativas médicas gracias a la exposición a estos patrones rítmicos.
TERAPIA EN CÍRCULO
Aunque los efectos terapéuticos de las distintas clases de música han sido investigados sobre todo en la última década, nunca hasta la fecha se había realizado un estudio controlado de la magnitud del dirigido por el doctor Bittman, quien ha presentado una variedad de protocolos de diferentes tamboreos grupales a los que han sido expuestos 111 individuos voluntarios sanos, de una edad media de alrededor de 30 años. En la investigación, el equipo médico examinó cuatro tipos de sesiones de tamboreo grupal de una hora de duración. Estos cuatro tipos fueron definidos en las categorías de: tamboreo básico -en el que un instructor explicaba el tema durante media antes de conducir al grupo a experimentar la terapia en el tiempo restante-, tamboreo de impacto -donde el sonido de los tambores se incrementaba hasta un 80% y la disquisición teórica disminuía hasta el 20% de la sesión-, tamboreo chamánico -con un chamán maya que conducía al grupo y los instruía en aspectos culturales y espirituales- y tamboreo compuesto.
De entre todos ellos, fue el tamboreo compuesto el que mostró los resultados más concluyentes en las pruebas preliminares. En esencia, éste consistía en que los sujetos giraran, cogidos de la mano, alrededor de un círculo con velocidad creciente hasta que cayeran al suelo. En semejante estado de liviandad comenzaban a tocar sus tambores en un ritmo determinado por el número de sílabas de sus nombres particulares. Por último, ejecutaban sus sonidos guiados por dos temas imaginarios.
Los participantes se vieron obligados a pasar por varios tests psicológicos que detectaban sus niveles de ansiedad o depresión, comprometerse a no utilizar durante el tiempo del estudio medicamentos, alcohol u otro tipo de drogas e, incluso, abstenerse de actividad sexual ya que ello condicionaría su química corporal.
LO IMPORTANTE ES PARTICIPAR
Conviene precisar, en cualquier caso, que los resultados del estudio han confirmado los beneficios del tamboreo activo, esto es, no del simple hecho de escuchar el sonido de los tambores sino de participar en él. De hecho, el grupo que simplemente se limitó a escuchar los tambores no obtuvo los resultados de aquellos que actuaban como músicos. La escucha pasiva parece demostrarse notablemente menos eficaz que la actividad musical creadora.
Las conclusiones del beneficioso efecto terapéutico del tamboreo compuesto no implica, en cualquier caso, que éstas puedan o no hacerse extensivas a otros instrumentos musicales. La elección de los tambores fue tomada por su fácil accesibilidad además de por su fuerte presencia cultural en la historia de las comunidades humanas, en las que los círculos de tambores han sido elementos importantes de los sistemas holísticos de sanación. Si los mismos resultados son conseguidos por otro tipo de manifestaciones musicales deberán confirmarlo futuros estudios.
Oyana S. Abigel

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