El arte de reclamar

EL ARTE DE RECLAMAR

Hacer un reclamo o una observación nos resulta, a veces, bastante difícil. Algunas personas optan por quedarse calladas, temerosas de ocasionar más problemas o de herir susceptibilidades, esperando, con su actitud pasiva, conseguir la aprobación o la consideración de los demás al tratar de mostrarse complacientes; piensan que si reclaman, serán un elemento de discordia dentro del grupo, o correrán el riesgo de que las consideren conflictivas, exigentes o más bien débiles de personalidad.

En realidad no está en la naturaleza de los humanos hacerle daño a los otros; por el contrario, siempre estamos esperando ser aceptados, apreciados y respetados por los demás. Vivimos buscando la mejor manera de mantener una buena relación con las personas y, sin embargo, a veces, sin darnos cuenta, terminamos maltratándolas, incluso a las que más amamos.

Es importante que aprendamos a expresar nuestro malestar cuando nos sentimos maltratados, ignorados o abusados, pues de lo contrario guardaremos un gran resentimiento y tendremos la peor de las opiniones acerca de esa persona, convirtiéndonos en víctima de la situación, y sin darnos la oportunidad de afrontarla para resolverla. Recordemos que todas las emociones que reprimimos se convierten, con el tiempo, en una especie de veneno que nos afecta negativamente.

Cuando alguien sufre las consecuencias de la conducta injusta de otra persona debe reclamar de inmediato, buscando siempre la mejor manera de hacerlo, pues lo más seguro es que quien haya causado la ofensa no esté consciente del daño que ha hecho. La mayoría de las veces vale la pena brindarle la oportunidad de reconocer y corregir sus errores. Expresar lo que sentimos de una forma justa nos ayuda a mantener buenas relaciones. ¡Aprendamos a hacerlo!

Haz tu reclamo personalmente. Siempre es mejor hablar directamente con la persona que nos ha afectado. Nunca tratemos de hacerle llegar el reclamo por intermedio de otro, pues las cosas, en vez de arreglarse, tenderán a complicarse.

Busca el momento adecuado. Es importante elegir el mejor momento para expresar lo que sentimos y pensamos, cuidando siempre las palabras que vamos a usar para que nuestro mensaje sea recibido y comprendido por la otra persona.

No hagas comparaciones. Éstas predisponen a los demás, hacen que se cierren y que no quieran oír nuestros comentarios aunque éstos sean justificados. A ninguna persona le gusta que le digan que otra lo hace mejor o es más competente.

Evita los preámbulos. Muchas veces le damos tantas vueltas a lo que vamos a decir con frases como "Espero que no te vayas a molestar, pero…", que en lugar de tranquilizar a nuestro interlocutor, logramos que se ponga a la defensiva, interrumpiendo así una buena comunicación.

No te excuses por hacer tu comentario. Sentirte culpable o atemorizado después de expresar tu malestar o frustración le restará valor y fuerza a tu reclamo; además, despertará dudas en la otra persona.

Haz tu reclamo sin emoción. No le pongas carga emocional a tus palabras. El miedo, la agresividad, la ironía, el sarcasmo o el desdén sólo contribuirán a complicar las cosas. La objetividad, la serenidad, la madurez y la paciencia serán tus mejores herramientas.

Muéstrate agradecido. Una vez que hayas hecho tu reclamo no digas frases como: "Espero que esta situación no se vuelva a repetir", más bien, si la persona está dispuesta a hacer algo para corregirlo, dile mirándola a los ojos: "Gracias por escuchar mis observaciones ". Recuerda hacer una sola observación a la vez, porque si haces varios reclamos al mismo tiempo, corres el riesgo de desmoralizar al otro hasta el punto de que se sienta agredido y no solucione nada.

Pide lo que otro pueda corregir. Podemos pedirle que no levante la voz, pero no que esté de acuerdo en todo con nosotros. Podemos insistir en que cambie su forma de reclamar, pero no pedirle que no lo haga cuando sea necesario.

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